sábado, 13 de noviembre de 2010

Luis García Berlanga



Lo conocí en los noventa, creo que a principios, no recuerdo la fecha exacta. Luis García Berlanga asistía a una mesa redonda literaria en El Puerto de Santa María y allá fui para entrevistarle y ofrecer sus palabras en mi programa 'Último Estreno'. A pesar de la rigidez del horario establecido por la organización, pude compartir con él un rato, lo suficiente como para percatarme de que con aquel personaje que venía de vuelta de todo iba a llevarme bien desde entonces. Así fue y en el año 2000 hice las gestiones para que la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de San Fernando contara con él, teniendo como objetivo una mesa redonda de lujo, en la que participaba también Paco Algora, que venía de Vejer con su bolsa de plástico llena de libros para leernos algo.

Tuve la dicha de moderar aquel crisol de visiones sobre el cine, la literatura y algún que otro maravilloso desfase expuesto por estos genios. El salón de la Casa de la Cultura se quedó pequeño. En la mesa redonda era cascarón de huevo Paz Aragón, una actriz a la que Berlanga no le quitó ojo toda la noche. Como siempre, un sinverguenza de los escotes y las cachas.

Antes de venir a La Isla, él me comentaba que si el escenario donde iba a charlar era muy alto. Tenía problemas en sus piernas, para subir escaleras, ya estaba mayor físicamente, por dentro era un roble, lúcido en todo, demoledor, cenamos tras el acto en la Venta los Tarantos donde Gabriel puso un exquisito atún de almadraba en aceite que Berlanga devoró con fruición, mojando sopones de miga en él, feliz mientras compartía con el grupo sus devaneos, las glorias y miserias del cine español y de otros mundanos aspectos.

Al día siguiente quisimos que conociera La Isla profunda. Lo llevamos en coche a diversos enclaves de San Fernando, algo que nadie supo, y creyó que el barrio de la Pastora era un decorado, incluso tocó las paredes de sus casas, de su iglesia, embelesado con la belleza de algunos de sus trazos. Lo despedimos y siempre estuvo ahí. Donde siempre seguirá. En los cachondeos con mis amigos 'cinematográficos', cuando tomábamos las copas de dos en dos, fuera la noche que fuera, brindábamos diciendo "por don Luis García Berlanga. Con dos cojones". Era algo así como él con su palabra fetiche, "austrohúngaro", que la metía solapada en cualquier personaje de sus películas.

La madre que parió, cómo duele que este tipo de gente que tanto te han aportado se vayan...

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