jueves, 8 de enero de 2009

Nada puede cambiar

La era de Bush gobernando Estados Unidos y por extensión el planeta ha sido tan nefasta (no lo digo yo, lo reflejan las cifras en cualquier ámbito y el mapa político mundial) que todos hemos esperado como agua de mayo el siguiente nombre para presidir el gigante americano que, cuando estornuda, toda Europa se resfría. La esperanza de que la administración norteamericana cambie de filosofía ha sido tal que hemos terminado por crearnos falsas expectativas y dibujar un iluso panorama futuro. Y como ejemplo de modestia hablo en la primera persona del plural, pero ni por asomo he creído nunca que las cosas vayan a cambiar con Obama lo suficiente como para que veamos hechas realidad todo el compendio de medidas que son necesarias aplicar en un mundo patas arriba.

Ganó Obama y se creó un delirio mesiánico no por el propio protagonista, sino por el resto del mundo. Como si su llegada fuera la de un propio salvador universal que en apenas un año adoptaría medidas para arreglar el desaguisado del descerebrado de Bush. Van listos si así lo creen. La maquinaria económica y política estadounidense está concebida sobre unos pilares tan miméticos y que les funciona a ellos de una manera tan acertada para mantener el sistema actual imperante en el mundo occidental que, gobierne quien gobierne, son absolutamente intocables. El capitalismo salvaje impuesto por este sistema no puede ser cambiado por presidente alguno y ellos son conscientes, así como determinadas decisiones adoptadas hace décadas en política internacional que mantienen a EEUU en su cuota de poder.

Sirva un ejemplo en este aspecto. ¿Cómo puede ser alguien tan ingenuo como para creer que la llegada al poder de Obama va a suponer un cambio en la política internacional norteamericana en el conflicto entre palestinos e israelíes? Esas cartas están marcadas desde 1948 y ningún presidente, sea republicano o demócrata, las barajará para jugar partida alguna distinta. De hecho, ya tienen una primera prueba que corrobora lo que les digo. Vemos en televisión y en las imágenes captadas por los reporteros gráficos el holocausto perpetrado por los judíos en Gaza y lo que a todas luces es una guerra ilegal. La tibia respuesta de Obama ha sido significativa. Es cierto que aún no gobierna, pero se le ha preguntado hasta la saciedad y ha mantenido un silencio sepulcral que, también seríamos ingenuos si creyéramos que calla para no influir en la política de la administración saliente. Nada va a cambiar porque el sistema político internacional con su conflicto de intereses en la zona llevado a cabo por EEUU jamás podrá mover un ápice en un mapa político que ellos mismos crearon hace sesenta años, cuando impusieron el estado de Israel. Ante ello, una manirrota ONU, consciente de que quien manda en el asunto es EEUU, apenas alza su voz, mientras decenas de niños y mujeres son masacrados por los misiles israelíes. Nadie niega que Hamas también ha usado sus cohetes contra objetivos judíos, pero la respuesta del Gobierno hebreo es muy propia de la mentalidad de Bush, que en su día quiso talar kilómetros enteros de bosques... para evitar los incendios. Es decir, que arrasamos con los árboles y así no habrá fuego. Para morirse de pena. Ahora, los judíos sufren en algunas bases militares la caída de varios proyectiles y, como respuesta, deciden arrasar y entrar por tierra en una zona con una desproporción cercana a la barbarie de los nuevos nazis que, paradójicamente, ahora no lucen esvásticas en sus chaquetas, sino estrellas de seis puntas.

Las estrategias de los gigantes del mundo, desde China al Vaticano además de EEUU, están tan marcadas y tan contaminadas que ningún presidente puede tocar nada. Reajustar nimiedades, pequeños asuntos económicos, alguna que otra prestación para determinado tipo de población,...futesas permitidas con mucho marketing. Pero la política en EEUU, la que se hace con mayúsculas, se marcó desde hace dos siglos y medio y es inamovible en su concepto.

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