miércoles, 26 de septiembre de 2007

Premio escandaloso para Richard Gere

En unos tiempos en los que el cine se ha convertido en un actor secundario para el arte y el buen hacer, aún quedan resquicios que hacen confiar en que tanta vulgaridad es sólo pasajera. Los festivales de cine de relevancia por su calidad en la programación y dedicados durante todo el año a completar una cartelera de siete días en la que se pueda disfrutar de lo más granado del celuloide anual, se convierten en asideros para los que aún tenemos algo de fe en el cine de verdad.
En este sentido, siempre confié en el Festival de San Sebastián. Conocí a Diego Galán, el que fuera su director y alma durante muchos años y le entrevisté en varias ocasiones en mi programa, lo que me hizo conocer algunos aspectos de este evento cinematográfico no desvelados al gran público y, por su trayectoria y galardones, consideré siempre que el festival de Donosti era bastión del buen gusto cinematográfico y uno de los guardianes del glamour con mayúsculas en perfecta conjunción con la calidad. Pero jamás pude imaginarme que terminaría sucumbiendo al comercialismo barato que no creo que San Sebastián necesite, por mucho que sus actuales rectores no parezcan estar de acuerdo con mi reflexión.

Me resulta escandaloso que este año haya sido concedido el premio Donosti a Richard Gere. Desde mediados de la década de los ochenta, el festival entrega esta ilustre distinción a personalidades del mundo del celuloide -directores, actores, técnicos, etc.- considerados como merecedores del galardón por su carrera y su buen hacer. En 1986 se le entregó a Gregory Peck. Desde entonces, la lista es para quitar el hipo. En 2006 se le otorgó al gran Max Von Sydow, en un ejemplo de gran delicadeza por parte de los gestores del festival. En el transcurso de los años, el premio Donosti ha sido recogido por grandes como Bette Davis, Ben Gazzara, Paco Rabal,...

Pero en una clara concesión a la galería y al comercialismo que parece que les ha dado resultado -sesiones fotográficas multitudinarias, chicas despendoladas pidiendo autógrafos y hechos más propios de festivales de segunda fila ansiosos de notoriedad en lugar de consolidados-, el Donosti ha ido a recaer en 2007 en Richard Gere. Craso error y golpe bajo al cine de verdad.

¿Quién puñetas es Richard Gere para recibir uno de los premios de mayor prestigio del mundo del Séptimo Arte? ¿Acaso su registro interpretativo alcanza los niveles de los anteriormente premiados y, como mayor injusticia, supera los que son menospreciados al no recibir este premio? ¿Cómo se puede conceder el premio Donosti a Gere cuando aún no lo tiene Paul Newman, por poner un ejemplo de muchos?

Gere se hizo famoso por su papel hierático en Oficial y caballero. La misma cara, pero con canas ya prodigando en su testa, puso en el éxito fácil de Pretty Woman. Protagonizó aquel espanto de El primer caballero, en el que sólo se salvaba el score de Jerry Goldsmith. En Infiel podíamos haberlo sustituido por cualquier otro actor, y en Asuntos sucios volvió a poner la cara de pintura egipcia, a pesar de ser uno de sus mejores papeles en este semitelefilme en su estética. De Mr. Jones más vale no hablar, y el remake de El Doctor T lo dejaremos para un año de estos. Su número musical con los periodistas como marionetas en Chicago es lo mejor de su carrera, pero el mérito es de Rob Marshall, no de él que no canta una mierda aunque lo intente. Y podemos continuar repasando someramente su filmografía para llegar a la conclusión de que es un actor extremadamente limitado e inmerecedor de este prestigioso galardón. Ni siquiera ha sido capaz de hacer otra cosa por el cine como producir y aún menos dirigir, a diferencia de otros galardonados como De Niro, Al Pacino,...

San Sebastián le debe una disculpa a los amantes del buen cine y los que considerábamos que festivales como este aún sirven para confiar en las cosas bien hechas en el maltrecho mundo del celuloide. Si a ello le añadimos el Premio Nacional de Cinematografía para Alberto Iglesias, creo que debo pensar seriamente en dedicarme a los videojuegos en lugar de algo que era tan maravilloso y que paulatinamente agoniza como es el ¿Séptimo Arte?